El crucero zarpaba desde Valencia el Sábado 31 a las 21.00h. con destino Barcelona, donde desembarcaríamos para tomar un autobús de nuevo a Valencia a la mañana siguiente.
Nosotros, lejos de echarnos atrás por la paliza que supone de transportes, hicimos la maleta el viernes,y salimos al día siguiente por la mañana, para llegar a Valencia a la hora de comer.
Ya que teníamos tiempo, decidimos pasar la tarde en la Ciudad de las Artes de Valencia, donde por casualidad dimos con una exposición de esculturas de Critóbal Gabarrón.
Y entre unas cosas y otras, llegó la hora de embarcar. Lo cierto es que al principio te encuentras un poco desubicado en el puerto. No sabes dónde ir o qué hacer, pero imagino que debe ser la falta de experiencia.
No es un crucero de los más grandes que hay, claro está, pero a nosotros nos impactó mucho verlo, porque nunca nos habíamos montado en uno parecido.
Lo que sí que notamos es que la bienvenida no fue para nada la esperada. Llegamos al hall del barco, donde se encuentra la recepción, y como no necesitábamos pasar por recepción no nos dieron ningún tipo de bienvenida abordo, simplemente entramos, fuimos directos a nuestro camarote a dejar las cosas, y ahí nos quedamos, sin saber muy bien qué hacer.
Los camarotes de un crucero son nada más para pasar la noche, ofrecen una cama, un cuarto de baño, y poco más. Nos pareció interesante como juegan con el espejo del fondo para que, aún siendo un camarote interior, no de agobio, pues da la impresión así de tener ventana. Nuestro camarote en concreto estaba bastante bien, aunque sí que es cierto que encontramos restos de los huéspedes anteriores, como sus diarios de abordo, documentación desechada y demás, cosas que producen muy mal efecto.
Pero bueno, nosotros llegamos, dejamos nuestra maleta, y nos fuimos a explorar el barco.
Hay que decir que no llegamos a verlo entero, pero lo que vimos nos gustó bastante. Lo primero que visitamos, para aprovechar que aún era de día, fueron la cubierta. Aunque el tiempo no acompañaba, se estaba muy bien, en un ambiente muy agradable y animado, con música actual y bastante gente tomando algo.
Como se ve, a un lado de la piscina había un buffet para merendar, que tenía diferentes clases de melón cortadas a taquitos, salchichas para hacer perritos, y hamburguesas. Eso si que fue buena bienvenida, ¡ que lo pongan en el hall!
Tras comer un par de hamburguesas y estar un rato al fresco, escuchamos por megafonía que había unas charlas en el teatro del barco. No me esperaba un teatro como tal, hasta que fuimos para la charla.
Eso sí, nos dieron una charla de casi dos horas sobre lo bonito que es su barco, y la de cosas que tiene. Debieron vendernos el producto con al experiencia, y no soltándonos una charla de dos horas, más aún sabiendo que solo tenemos esa noche (tiempo del todo insuficiente) para hacernos una idea de la experiencia en sus cruceros. Si el objetivo era enseñarnos el producto para venderlo, se quedaron muy cortos.
Pero tras esto, fuimos a cambiarnos para la cena, y pudimos ver más partes del barco, que estaban muy bien, como el Bar Magallanes, una especie de club de jazz donde se podía ver música en directo.
En la cena, pudimos conocer uno de sus restaurantes, el Restaurante Cantábrico, donde nos invitaron a cenar con varias opciones de carta a elegir.
Probamos latos muy ricos y bien cocinados, aunque con raciones bastante pequeñas, aunque la verdad es que cenamos muy bien. El servicio, pese a que quería ser atento y eficaz, no logró serlo, pues nos costaba un suplicio que nos trajeran más bebida, incluso agua, cosa que resultaba incómodo porque a veces te veías comiendo sin nada que beber.
Sopa fría de Queso con Brownie |
Carpaccio de Ternera con Parmesano |
Tempura de Gambas y Mejillones |
Tras cenar, fuimos a la Disco Ibiza, un lugar acondicionado como discoteca donde bailar y tomar algo.
Y ya tras esto nos fuimos a dormir al camarote para dar por terminada nuestra noche de crucero. Pero lo peor estaba por llegar...
Para empezar, a la mañana siguiente había que dejar el barco sobre las 9 de la mañana, extremadamente temprano teniendo en cuenta que la cena fué a las 23:00 la noche anterior, y siendo una única noche de crucero, os podéis imaginar lo pronto que te pueden dar las tantas de la madrugada...
Ahora bien, el plan que te proponen es "macroquedada de agente pagando sus consumiciones de la noche anterior en el teatro". Al igual que nosotros, embarcaron cerca de 300 personas en Valencia para bajarse en Barcelona al día siguiente. Pues allí estábamos todos, en el teatro, haciendo cola parar pagar, una cola lenta, soporífera, aburrida... y con prisas para ir a desayunar antes que te saquen del barco.
Pero vale, hago la cola.. y cuál es mi sorpresa cuando al pagar veo 12$ adicionales por persona de "propina". Sabemos que en los cruceros es algo habitual, una propina diaria por el servicio prestado. Pero cuando ese servicio es únicamente traerte bebida en la cena, y lo haces de pena, duele pagar hasta un euro... Pero queríamos bajarnos del barco, así que afilé la Visa.
Bueno, ya hemos pagado, vamos a desayunar... En el buffet del desayuno no cabía nadie más. Debía estar desayunando hasta el capitán allí, menos mal que había mucha gente haciendo cola para pagar en el teatro, porque sino aquel barco se hunde por ese lado...
Cuando conseguimos desayunar, desembarcamos y nos montamos en el autobús.
Una lástima que todo lo que viéramos de Barcelona fuera desde las ventanillas del autobús, pero que vamos a hacerle...
Tras unas 4 horas, parada incluida, llegamos a Valencia y nos sueltan en medio de la ciudad, junto al palacio de la Música, con nuestra maleta. "Ahí os quedáis" pensaría el conductor. Total, que ahí nos fuimos, caminando con nuestra maleta hasta un plano de la ciudad, nos dirigimos al metro, luego tranvía y un último sprint final de más de media hora para llegar al puerto, donde habíamos aparcado el coche. Digo yo, ¿no era coherente pensar "dejemosles donde cogieron el barco" para dejarnos en un sitio bien ubicado? Al parecer no, o las mentes pensantes de Iberocruceros sólo saben de marketing (y regular).
Total, nos montamos en el coche y vuelta para Alcobendas. Nosotros en un principio asumimos que sería una paliza el ir a Valencia, y volver desde Barcelona, pero las cosas podrían haber sido muchísimo más fáciles dejandonos en el puerto al llegar, porque eso fué lo que nos rebentó la burbuja de nuestra escapada locura, y te deja un sabor final agridulce.
También comprendemos un poco que el primer día de un crucero suele ser de rodaje, pero en un crucero de una noche pues pagas esa experiencia también.
Eso si, la verdad sea dicha. Volvimos de la experiencia con unas ganas locas de hacer un crucero en condiciones, así que nunca se sabe lo que la vida te reserva...